Basado en hechos reales: Emociones congeladas
sábado, diciembre 19, 2015
Hemos aprendido a callarnos, a vivir con mil pensamientos en la cabeza que no somos capaces de controlar pero y lo que es peor aun: no somos capaces de expresar. Vivimos en una sociedad de emociones congeladas. Nos da miedo decir lo que sentimos o pensamos por miedo a quedar mal, por miedo a lo que los demás puedan pensar, por miedo a no ser correspondidos.
A veces pienso hasta qué punto es sano callarse, hasta qué punto es sano no decir lo que sentimos, hasta qué punto es sano tener miles de pensamientos en la cabeza o lo que es peor todavía, en el corazón.
Soy de congelar emociones, como le pasa al 90% de las personas que conozco. Preferimos ponerle candado a los sentimientos creyendo que de esa forma podrán acabar olvidándose o cayendo en el recuerdo, pero nada más lejos de la realidad. Recuerdo una vez que alguien me dijo que "a menudo pensaba en mí", solo contesté un "es absurdo" sabiendo que era la última de las respuestas que hubiera dado, sabiendo que quizás mi cabeza no pensaba lo mismo. Pero así somos, mientras otros son valientes nosotros nos limitamos a congelar emociones. Preferimos perder antes de empezar la partida, jamás entenderé la razón. Jamás entenderé cómo las personas perdemos tan fácilmente, cómo nos dejamos ganar, cómo preferimos pasar página antes que ser valientes, cómo somos capaz de darnos por vencido antes de ver que no hay salida.
Pero congelar emociones no solo tiene que ver con el amor, las congelamos con la familia, con los amigos, en el trabajo o incluso cuando vamos a un restaurante y el filete lo han sacado frío. Nos callamos la mayoría de veces pensando que es la mejor solución, cuando no hay nada mejor que esa sensación de sacarte de la cabeza todo lo que te acompaña cuando te acuestas y todo lo que te acompaña cuando te levantas. No hay mejor sensación que ese descanso que acompaña a un suspiro después de haber dicho lo que sentías, lo que llevabas en la cabeza o lo que llevabas en el corazón. Da igual la respuesta que prosiga, da igual que no seas el "sí" de alguien, da igual que no sea lo correcto, da igual lo que los demás piensen. Y cómo leí una vez: el momento en el que sientes más miedo, es el momento antes de hacer lo que tienes que hacer. Hazlo. Basta de vivir con una colección por fascículos de emociones congeladas.
Voy a hacer que se acabe. Voy a descongelar emociones porque nunca fui del frío, nunca fui de los inviernos.
Siempre fui de apostar todo a la peor opción o a la menos correcta, pero en esta vida hemos venido a jugar y yo voy a jugar la partida aun sabiendo que al final pueda aparecer un "Game over".
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