Basado en hechos reales: ¿Por qué tropezamos con la misma piedra?
viernes, abril 22, 2016
Son las diez de la mañana y Laura sigue sin llegar, es raro, nunca duerme fuera de casa sin avisar. Empiezo a preocuparme, vuelvo a llamarla y su teléfono sigue apagado. En ese momento escucho como unas llaves empiezan a girar la cerradura y respiro aliviada.
- Alejandra: Joder Laura, me tenías preocupada ¿dónde estabas?
- Laura: Qué exagerada, pareces mi madre, estaba por ahí
- Alejandra: ¿Por ahí quiere decir "con él"?
- Laura: Lo siento, no puedo evitarlo
- Alejandra: Laura, debes parar. Ya lo habías olvidado ¿no te acuerdas lo que duele?
- Laura: Pero es que ya estoy bien, ya no duele nada. Te lo prometo.
- Alejandra: Dolerá, así que deja de engañarte...
Así somos las personas, tropezamos una y otra vez con la misma piedra. O con las mismas piedras. Poca gente es capaz de tropezar con una piedra y pasar de largo, el resto somos más de seguir tropezando hasta que llega el día que la caída es tan fuerte que te abres la cabeza. Nos da igual, nos acostumbramos. Nos acostumbramos a las mismas piedras y aunque avancemos en el camino, nos las ingeniamos para volver hacia atrás y volver a reencontrarnos con ellas. Es fácil, te acostumbras a la caída, ya sabes cómo va a doler, cómo va a ser la herida y lo más importante, lo que va a tardar en curarse. Nos movemos en una especie de zig-zag que nos va llevando de una piedra a otra sin darnos cuenta de que el camino es largo y que a saber si más adelante hay un río o una zona verde para sentarte a descansar.
Pero somos de volver, porque se nos olvida. Ese es el jodido problema, que nos olvidamos de lo que dolió la anterior caída y solo nos acordamos de la parte bonita: el roce con la piedra mientras ya estás casi cayendo. Las piedras tampoco ayudan porque son poco de moverse, son más bien de quedarse en el mismo sitio y ponerse señales luminosas cada cierto tiempo para que tú no tengas la estúpida idea de olvidarte de que siguen ahí.
Hasta que un día te daráss cuenta de que una cosa es ser gilipollas un par de veces y otra muy distinta es ser masoca. Y sin más, empezarás a andar dejando atrás las piedras de siempre, que hasta se extrañan de que no vayas a volver por allí. Hazles ver que se equivocan, hazles ver que andar hacia delante y tropezarte con alguna de los millones de piedras que hay en tu camino, puede ser buena idea. Deja que echen de menos tu roce mientras tropiezas. Porque en el noventa por ciento de los casos lo único que echas de menos es la seguridad de andar por un camino conocido. Ten miedo, miedo a lo nuevo, a lo que está por llegar pero junto con el miedo ten valor para seguir por el camino sin tener que detenerte y mucho menos, sin tener que retroceder. Porque en la vida solo hay que dar un paso atrás para coger impulso.
Porque tú lo tienes claro: por mucho que te gusten las piedras, tú siempre fuiste más de diamantes
1 comentarios
¡Estefanía! :D
ResponderEliminarA mí mi abuela siempre me dice que ni un paso para atrás, ni siquiera para coger impulso!!
Pero es cierto que muchas veces volvemos al mismo sitio/lugar/persona que nos hizo daño...
Besos bella, xx
Irene