Basado en hechos reales: Mi obsesión por los lunares

viernes, marzo 24, 2017

La sala del restaurante no está demasiado iluminada y las carcajadas resuenan en nuestra mesa. Delante de mí queda el único hueco libre de toda la mesa e intento mantener el tipo como si este negocio no fuera conmigo.


Él: De repente la veo aparecer a lo lejos, demasiadas miradas clavadas en su cuerpo. Al verla a todos se les ilumina la cara, como si hubieran visto algo fuera de lo normal. Comentan sus caderas, su trasero, su pecho y ella avanza con una sonrisa sabiendo que es el blanco de todas las miradas. Al llegar a la mesa saluda con una leve sonrisa dejando entrever sus dientes. “Valientes ignorantes” pienso, mientras ellos siguen con la mirada en todos los sitios equivocados de su cuerpo. Yo sin embargo, intento sostenerle la vista pero es imposible, es imposible esconder mi obsesión por los lunares.

Por sus lunares...

Del labio inferior, que a veces se muerde cuando está nerviosa, recorriendo cada centímetro de su piel hasta llegar al límite de su pecho se le dibujan una senda de lunares que me hacen perder la cabeza. No recuerdo cuando empezó mi obsesión por los lunares, tan solo recuerdo que me parecía la cosa más jodidamente sexy que había visto en mi vida. Durante toda la cena jugué en mi cabeza a buscar la constelación de estrellas que pudieran darle nombre a ese rastro de imperfectos lunares. Diez, catorce, dieciocho, veinte y vuelta a empezar, porque mi mente jugaba en otra liga. Imposible no darle un nombre a esa constelación de lunares que rimara con tentación. Y a medida que avanzaba la noche comenzaban mis ganas de besarle cada uno de ellos. 

Ella: Llegar tarde es una de mis especialidades pero elijo el color de labios según mi estado de ánimo y hoy bien podría arreglar el mundo y al minuto siguiente que el mundo me arreglara a mi. Subirme a los tacones es solo una forma de ver el mundo desde otra perspectiva. Los dedos me tiemblan y solo pienso es que esta noche estará él. Hago un repaso mental a mis ganas y me pregunto si alguna vez se habrá percatado de que me pierdo en sus lunares cuando no mira. Que me sé de memoria los lunares que descansan hasta el primer botón de su camisa y que cuando se estira mi mundo se para al ver su costado ese lunar que roza el filo de su pantalón. 

Al llegar al restaurante todos me miran pero yo solo quiero que lo haga él. Creo que no me mira y me siento pequeña. No sé, esa manía suya de hacerme sentir así. Acabo todas las conversaciones con mis ojos en el triángulo de las Bermudas que forma el cuello de su camisa hasta el primer botón. Y noto como me quema la línea infinita que baja de mi ombligo. Y a medida que avanzaba la noche comenzaban mis ganas de besarle cada uno de ellos. 

Por sus lunares...

La noche se termina y todos se despiden eufóricos después de tantas copas, todos menos ella, que se da cuenta que ha perdido la batalla. Pero comienza a abrocharse los botones de su abrigo, cuando una mano le pone fin. Una mano que posa el dedo índice, el corazón y el anular en los tres lunares más explícitos del escote de ella. Respira tan fuerte que se confunde con jadeos y aprieta fuerte las piernas para evitar que se esfumara aquel placer. Ella besa sus dedos y los desliza hasta ese punto de batalla que siempre la alejaba de la realidad, aquel lunar que él tenía en el costado y que solo veía cuando él se estiraba. 

Y es que se conoce a las personas por sus lunares y esta obsesión mía me está matando.
Quiero besarte tus lunares 

Él leyó el mapa que iba desde su labio inferior hasta su pecho y ella le quitó la camisa buscando un tesoro que sabía que encontraría: una constelación en su espalda, una galaxia que acarició punto por punto. Y se aprendió de memoria los besos que tenía su espalda. Quince para ser exactos. Quince besos tenía esa espalda. Y por primera vez no tuvieron que esconder esa obsesión por aquellas marcas de su cuerpo. Y se perdieron uniendo puntos con los labios. Pero la gente no sabe que el placer está totalmente conectado con los lunares. Que explorarlos y perderse es una guerra a la que se apuntan muy pocos. Pero yo he he apuntado y me sé sus lunares de memoria. No le contéis a nadie esa obsesión por los lunares porque igual os acabáis encontrando.

Fue la única noche que se contaron sus lunares,
pero entendieron que para encontrarse,
primero hay que perderse

#TusLunares

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1 comentarios

  1. Cómo disfruto leyendo estas entradas tuyas, son geniales.
    Un beso.

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