Basado en hechos reales: La puntita nada más

viernes, abril 07, 2017

Subo la cremallera de mis vaqueros pero no va fino como la seda sino que se atasca y cuesta subirla. Sigo pegando tirones hasta que consigo cerrarla, parece que va a estallar. Opto por ponerme una camiseta larga que cubra la cremallera y que no se note demasiado que aquello acabará saltando por los aires. 




Faltan exactamente 23 días para las vacaciones y debería asumir cuanto antes que los shorts no van a cerrarme y que los bikinis me harán parecer un chorizo criollo. Abro catálogos de ropa buscando un bañador, de esos que cubran hasta el último centímetro de mi cuerpo y que cuando te los quitas, estaban tan apretados que tu cuerpo se deshace como si fuera un Blandi Blup, aquellos muñecos verdes gelatinosos que tus padres seguramente odiaban. Mientras miro el catálogo y maldigo para mis adentros todas las veces que este mes me salté la dieta, voy picando sin caer en la cuenta, un cacahuete tras otro. Lo voy alternando con sorbos de tinto de verano con limón y vermut. 

Siempre doy gracias de tener el gimnasio cerca de casa, porque yo sería de esas personas que cogería un taxi para ir a hacer deporte. Cuestión de prioridades. De camino al gimnasio repaso mentalmente los kilos que me sobran mientras que me relamo los labios pensando en la pizza que me comeré cuando acabe de entrenar. De postre un poco de chocolate porque hay que mantener los niveles de azúcar después de un ejercicio tan intenso. 

"Mañana comeré sano" me juro y me perjuro mientras el queso de la pizza se derrite en mis manos grasientas. La de vegetal mejor para otros, la mía con pollo, bacon, ternera y extra de queso. Bueno que sea extra de todo. Pero sí, mañana comeré sano. Lo juro.

Al día siguiente en la tienda de debajo de casa, encuentro el bikini perfecto, rasco la tarjeta de crédito y por suerte todavía quedan unos eurillos. Ese jodido trozo de plástico me hace ser más rápida gastándome los cuartos, que Billy El rápido sacando la pistola. Miro la foto de la modelo que lleva el bikini y me veo tumbada en una playa del Caribe con el culo de Ariadne Artiles.
Cuando llego a casa, ingenua de mí, decido probar el bikini. Estamos en marzo. Error. Espera, mejor dicho: ERROR. En mayúscula y si puede ser en negrita y subrayado. Me miro al espejo, blanca como la leche, con el moño y las gafas y con ese trozo de carne que sale por encima de la costura de todas las partes del bikini. Ni playa del Caribe, ni culo de Ariadne Artiles. Drama. Todo drama. Y vuelvo a jurar que cerraré el piquito hasta después de vacaciones. Me visto y me voy a cenar con unos amigos. Esta noche empiezo a cenar sano.

- Camarero: ¿Qué quieren tomar?

- Yo: Cenaré algo ligero, una ensalada.

- Luis: ¿Estás a dieta?

- Yo: Sí y quiero comer más sano y bueno bajar un poco de peso para que me cierre algún pantalón.

- Camarero: ¿Un poquito de pan señora?

- Yo: Sí, pero voy a comerme la puntita nada más.

La puntita nada más y tres bollos integrales, dos de centeno, cinco barquillos mojados en salsa, un piquito con mantequilla que pusieron en el entrante, un poco más de salsa césar en la ensalada, un vinito que es bueno para el corazón y de postre por favor, un té verde que es diurético.

Pero la puntita nada más...

#LaPuntitaNadaMás

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