Basado en hechos reales: Déjate de tonterías y fuma mucho

viernes, junio 09, 2017

Cuando estaba en clase esperaba a que fueran las once de la mañana para salir corriendo al recreo. No perdía el tiempo por los pasillos y me iba como alma que lleva el diablo, tan solo porque sabía que él estaría esperándome en la puerta. No fallaba, pitillo en la boca y sus gafas ochenteras. Yo corría a darle un beso y a contarle cualquier tontería que me hubiera pasado ese día en el colegio. Siempre era a la primera persona a la que me salía contarle todo: he aprobado, he sacado un nueve, he acabado exámenes. Siempre pensé que más que por satisfacción personal, siempre quise superarme a mi misma para que él estuviera orgulloso.



Pero le dejé que se fuera. Hace muchos años la marca de tabaco Fortuna, sacó una promoción. Con las tiras de sus cajetillas podías conseguir regalos: anoraks, sudaderas, relojes...Y ese era nuestro juego, conseguir el mayor número de tiras para conseguir aquella mierda de regalos. Él los ganaba para mi o para el resto de nietos. Más regalos significaba más tiras de las cajetillas y más tiras significaban más pitillos en su boca y más alquitrán en sus pulmones. Jugábamos a ese juego sin ser conscientes de que le estábamos dejando que se fuera. 

Y llegó el día en el que el tabaco le había ganado la batalla, había sido más fuerte que él y la palabra cáncer empezó a resonar en nuestros oídos. Empezó a perder el pelo por la quimio pero le quedaban fuerzas para vivir. Ahora me esperaba en la puerta del colegio con una gorra para que el sol no le hiciera daño. Pero el tiempo iba pasando y los pitillos iban haciendo mella. Las fuerzas se agotaban y nosotros no podíamos hacer nada por él. Pero el día más triste de mi vida no fue cuando nos dijeron que tenía cáncer, ni siquiera el día que nos dejó. El día más triste de mi vida fue cuando no me reconoció. Esa mierda crecía en su cabeza y le afectaba a demasiadas cosas. Me preguntó: ¿quién eres? Y el mundo se me vino encima. Sumado a un ¿por qué me dejasteis que fumara? No, no era un reproche. Era su manera de hacernos ver que el tabaco mata. Y que si queremos a alguien podemos hacer algo.

Eran las cinco de la mañana y yo bailaba con un vestido fucsia de tul. De repente noté algo que no tenía ninguna explicación, me senté en una silla y cuando María me preguntó qué me pasaba le dije que él se había ido. Le pedí que me acompañara al colegio. Debió pensar que yo estaba loca pero me acompañó sin rechistar. En ese momento noté como algo dentro de mí se moría. Al llegar al colegio mayor una monja me estaba esperando en la puerta: tú madre ha llamado y nos ha pedido que te avisemos cuando llegues. "Te lo dije" y María sin decir nada me cogió la mano. Efectivamente, él nos había dejado. Y mi odio por el tabaco era mi forma de vengarme. Me empezó a provocar un asco inimaginable y no soportaba que fumaran a mi lado. La pequeña busca mi aprobación antes de encenderse un pitillo: ¿voy a fumar, vale Estef? Y mi respuesta siempre es un: ¿otro? tú sabrás. Reprocho, a toda persona a la que quiero, que fume. Ellos pensando que mis quejas son las de una niña caprichosa a la que le molesta el humo, yo pensando que les estoy mirando mientras les permito tomar veneno.


No podías hacer nada por él, me he repetido muchas veces. O quizás sí. Quizás estás a tiempo de apagar ese pitillo o de apagarle ese pitillo. Quizás estás a tiempo de hacer que sus pulmones sean menos negros. Quizás estás a tiempo de decirle que su piel será más bonita, que no toserá al despertarse y que cuando salga a correr no se ahogará. Quizás estás a tiempo de que te digan que eres una pesadilla y que ya son mayores, pero no dejes de hacerlo. Quizás estás a tiempo de decirle que sus hijos serán más inteligentes. Quizás estás a tiempo de decirle que olvidarte de alguien tiene un daño irreparable. Quizás estás a tiempo de hacerle ver que su piel huele bien, salvo cuando fuma. Quizás estás a tiempo de decirle que los besos saben más a besos. Quizás estás a tiempo de decirle que cada pitillo apagado significa más tiempo con nosotros. Quizás estás a tiempo de hacerle ver que tu odio por su tabaco es una forma de decir te quiero y no quiero que tú también te vayas.

Fuma mucho.
O déjate de tonterías
y elige vivir.
Te quiero
y no quiero que tú también te vayas

#DéjateDeTonterías


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