Basado en hechos reales: ¿Cómo me pudiste gustar?

Me levanto temprano y huelo a café recién hecho en la cocina. Odio el café pero olerlo por la mañana me hace sentir que estoy en casa. Más en casa todavía. Zumo de naranja natural, tostadas, tortitas y él leyendo el periódico. Se le nota que acaba de salir de la ducha porque todavía tiene el pelo mojado y huele a perfume. Lleva unos bóxer azul marino y me sonríe. Yo intento no hacer ninguna mueca que deje ver que, posiblemente, me esté encantando este momento. Me dice que me salga a la terraza porque tiene que acabar el desayuno. Yo obedezco y salgo marcando el número de mi amiga en el móvil.

Ilustración de Sara Herranz

- Yo: Joder, igual vas a tener que pellizcarme. Este chico no es de este mundo.

- Irene: Es un hombre, esa era la clave ¿Te acuerdas cuando te gustaba Carlos? jaja

- Yo: ¿ Por qué me empeñaba en querer cambiar pañales?

- Irene: Creo que todas las mujeres somos así de idiotas. Existe una especie de masoquismo que nos hace sentirnos atraídas por niñatos. Y creemos que se nos va el mundo en ellos y...

- Yo: Y ahora me río, ¿cómo podía gustarme? O sea, ¿cómo existiendo hombres en el mundo yo perdí un segundo de mi tiempo?

- Irene: Más vale tarde que nunca. Que besen el suelo por donde pasas, recuérdalo. 

- Yo: Te dejo que ya viene.

Me he empeñado en querer cambiar pañales más tiempo del necesario. Básicamente desde que tengo uso de razón. Si hiciéramos una rueda de reconocimiento en la que hubieran 68 hombres y un niñato, os juro que yo le juraría amor eterno al niñato. Supongo que es cosa de familia o que eso va en el ADN de las mujeres porque no soy la única. Nos encanta hacer de madres, organizarles la vida e intentar cambiarlos. Entramos en una especie de juego absurdo en el que nos pone más cambiar un pañal que que nos tiemblen las piernas. Y yo me pregunto ¿cómo me pudiste gustar?Y no me ha pasado con un chico solo, me ha pasado mil veces. Encadeno uno con otro.  A mí y al 90% de mis amigas. Porque nos empeñamos en ir recogiendo migajas e ir mendigando amor porque parece que eso es lo que nos merecemos. Porque parece que querer más está mal visto. Pero luego ves a esas personas que saben lo que quieren, que no les da miedo nada y que te tiran de tu mano para llevarte a cualquier lugar o a ninguno pero que son capaces de tirarse al vacío porque la vida es solo una y te das cuenta que estaba yendo por el camino equivocado. 

A veces se me paraba un poco el corazón cuando le tenía cerca, nunca entendí la razón. Cuando me hablaba mirándome a los ojos, yo respiraba hondo y rezaba por no temblar. Y si me lo cruzaba se me estremecía hasta la última pestaña. Quise buscar motivos o razones, quise ser racional pero aquello era imposible, no tenía ni pies ni cabeza. Borré todos sus defectos y me quedé con lo poquito que había bueno. Y de eso hice un mundo, no por amor porque aquello no era amor. Era algo mucho peor: volcanes. Y ante los volcanes no se puede hacer nada. Pero ahora miro atrás y me río ¿cómo me pudiste gustar? ¿cómo en algún momento preferí cambiar pañales a que me temblasen las piernas?

Entra por la terraza y me sonríe. Lleva una bandeja con el desayuno y entonces entiendo esa frase de que "besen el suelo por donde pisas". Me pregunta que por qué me río. Me encantaría decirle que estoy pensando en todas las veces que perdí el tiempo con niñatos existiendo en el mundo hombres como él. Pero prefiero levantarme y besarle. Ya no me da miedo merecerme más de lo que antes me permitía.