Basado en hechos reales: Las reglas del amor

Valeria siempre tuvo buen ojo para escoger buenos amantes. Pero nunca le preocupó el amor, ese de película y manta los domingos. Demasiado tiempo dando explicaciones le hizo irse al lado opuesto, no quiso saber nada de nadie. Ya no era tan fácil impresionarla con palabrería barata y menos con una copa en la mano, le tenía alergia a los amores de discoteca. Pero sí, ella siempre tuvo buen ojo para escoger buenos amantes, pero se le daba fatal encontrar historias sencillas. De esas, que vivían el 99% de la gente que le rodeaba, ella daba su brazo a torcer pocas veces pero la vez que lo hacía, los fuegos artificiales formarían parte de la historia.

Valeria llevaba tiempo con una coraza y había decidido que lo de sentir, era cosa de cobardes. Hizo del hielo su forma de vivir el amor y tan solo se divertía cuando sabía que la historia por muy caótica que fuera merecería la pena. Nada de relaciones formales, ni el amor de su vida. Tan solo dejarse llevar cuando sabía que tenía que hacerlo. 

Hace años alguien se le cruzó en su camino y con solo una conversación, notó como la química se había apoderado de su cuerpo. Jamás pensó que volvería a cruzárselo hasta que tiempo después el destino quiso ponerlo en su camino. Una llamada con una dirección y una noche que jamás podría volver a olvidar. Leo era de esas personas que sabes que no deberías poner en tu vida pero que no puedes dejarle escapar. Y eso hizo ella, no le dejó escapar. Las cosas venían como tenían que venir y era mejor no pensar. Las piernas temblaban demasiado cuando Leo estaba bajo las sábanas de Valeria. Ser capaz de excitar un cuerpo no es tan fácil, todo el mundo se cree que sabe hacerlo, pero después de conocer a Leo se dio cuenta de que nadie, nadie, sabía lo que era aquello.

Pero para poder vivir algo, hay que dejarse llevar. Valeria lo llevaba tatuado: dejarse llevar. Había vivido tanto tiempo encadenada a los prejuicios absurdos y analizando cada paso que daba, que se había olvidado de lo que era tumbarse en la cama y que los labios te dibujen una sonrisa. Pero lo había conseguido, había conseguido dejar a un lado esa coraza que le impedía vivir lo que ella quería. y descubrió que las reglas del amor serían las que ella se impusiera. Se acabaron los pasos analizados, las palabras medidas y los actos cohibidos. Se acabó hacer lo que hacían las ovejas: seguir al rebaño.

Hace años Leo le enseñó a Valeria que nunca verás los fuegos artificiales si no te asomas a la ventana. Porque las reglas del amor son las que tú quieres que sean. Tú decides, como Valeria, que es lo que vale y no vale en tu juego. Pero de nada vale quedarse esperando a que todo cumpla las normas impuestas.

Y Valeria se dejó llevar: y besó a deshoras, se acostó con un chico en la primera cita, o incluso sin cita, dijo lo que se le pasaba por la cabeza, y cantó a pleno pulmón en la ducha, no durmió ocho horas, y se vestía rápido después del último jadeo, a veces se quedó a dormir, pasó de los amores de cuentos de hadas, conoció al malo del instituto, a uno, o a varios, besó con los ojos abiertos, y no esperó un mensaje de buenas noches, conoció su cuerpo, y no reprimió sus ganas, no quiso segundas citas, y mucho menos una rodilla en el suelo y un anillo en el dedo, escribió cuando le apeteció, y de nuevo, volvió a besar a deshoras.

Pero aprendió que ella y solo ella, sería la que se pondría los límites. Que nadie le diría hasta dónde había que llegar, con quién, cómo o cuándo. Aprendió que las reglas del amor no estaban escrita y que debía ser ella la que las escribiese. Porque quién sabe que es lo correcto o lo incorrecto. Que para vivir hay que soltarse el pelo y correr descalzo. Que poner cadenas a algo intangible como las "ganas" era una locura.

Porque en el amor y en el sexo:

Tu vida. Tus reglas...

#LasReglasDelAmor

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