Basado en hechos reales: Personas que son magia

Salgo de casa y los primeros rayos de sol me hacen entrecerrar los ojos. En verdad, estamos a tres grados bajo cero pero tengo esa sensación de plenitud que solo percibes cuando el sol se pasea por nuestras venas. Empiezo a pensar en todo y a la vez en nada, y acelero el paso como si eso fuera ser la solución a todo. Estoy jodida. Estoy jodida y me visualizo remendándome yo misma ese pellizco que se me hace en el tripa cuando pienso en todo.

ilustración de Paula Bonet

Lo intenté os juro que lo intenté. Quise dar sin recibir. Pero os mentiría si os dijera que no esperaba un poco de calor que calmara todo aquello. Era raro darlo todo y no obtener nada. Por mucho que ensancharas el lomo como hacen los gastos en busca de la caricia fácil. No había manera. Yo era aquella pared que pasaba desapercibida. Aunque tú hubieras sido la que la limpió, la pintó y le dio brillo.

Por eso nunca fui suficiente para muchas personas. Y me dolía y no tendía el por qué. ¿Si yo lo doy todo porque no les sale a ellos lo mismo? Y allí me quedaba esperando, como el perro que mendiga algo de cariño, pasando por delante de ti, una y otra vez. Así me sentí yo. Invisible. Pero la tripa se me removía si me necesitaban. Así que siempre estaba ahí. Esperando en el quicio de la puerta, a que alguna vez giraran la cara antes de salir. Y me encontraran. 

Y me acostumbré a eso. Y empecé a pensar que ser indiferente para la gente por la que desvivías, era normal. Pensé que era normal mendigar algo de cariño y darlo todo a cambio de las migajas. Tan solo me daban la fuerza que les sobraba cuando ya habían repartido todo. 

Y entonces aparece alguien, que te devuelve la fe en las personas. Y lo que tú le das, te lo multiplica por mil. Y entonces piensas en lo idiota que has sido por haber estado dando tanto a personas para las que no significabas nada. Y por un momento el sol te quema más la piel. Esa persona no te debe nada, a esa persona jamás le has dado nada y sin embargo, ahí está. Recomponiéndote con abrazos los huesos que otros te habían roto. Te sonríen, te curan, te protegen. Te besan en la frente, te dan la mano y te vuelven a abrazar. Para ensañarte que no tienes espinas y que los otros no te abrazaron porque no tenían tiempo para ti. Sí, joder. Te mereces que te quieran y hay personas que son magia.

Joder, que sí, que hay personas que son magia. Personas que te enseñan que no tienes que estar mendigando cariño, ni atención, ni afecto. Porque te mereces eso y más. Te mereces todo eso corriendo por tus venas a raudales. Sonríes, porque te das cuenta que la vida es sabia. Que te puso ahí para que aprendieras, para que supieras lo que es dejarte la piel por personas. Para que entendieras que tú no decides a quién le importas y a quién no. Pero sobre todo, para que cuando alguien con magia apareciera en tu vida, supieras valorarlo.