Basado en hechos reales: No te importo nada

La música no amansaba a las fieras, la gente se movía entre el equilibrio y esa ingesta de alcohol desmesurada. Sus amigas le subían el ánimo, porque sin saber la razón, llevaba unos días viendo el vaso medio vacío. Se había dado cuenta de que ya, no le importaba. Aún así, subida a unos zapatos de tacón negro, con sus piernas enjauladas en unos pitillos y un corsé que le ceñía el cuerpo, descansaba en el quicio de la barra sujetando un gintonic y la sonrisa pintada en su cara. El pelo recogido en un moño y los labios, pintados de rojo, como siempre que su mente se paseaba por el precipicio. Y de repente:

ilustración Sara Herranz

- Él: ¿Bailas? 

- Ella: No sé bailar

- Él: Nadie dijo que fuera a ser fácil...

A veces nuestra mente viaja a años luz de la razón. Como un meteorito que se desintegra cayendo en dos puntos opuestos. Así, haciendo que tu mente y tu raciocinio no vayan de la mano. A veces todo se hace bola, tu pie al fondo del abismo, el túnel con las luces apagadas y un cartel que pone "prohibido el paso", tus ganas en los tobillos, tu sonrisa a media asta y ¿tú? Tú a kilómetros de mis manos.

No te importo nada, me di cuenta el día que la montaña más dura, acabó siendo polvo hecho añicos. No te importo nada, me di cuenta cuando se volvió a hacer de día y no habíamos sido noche. No te importo nada, me di cuenta  cuando me perdí en tus ojos y tú ya estabas perdido. No te importo nada, me di cuenta el día que yo te sujetaba el paraguas y tú estabas preocupado por la lluvia en Asturias. No te importo nada, el día que susurré tu nombre pero jamás lo escuchaste porque ya estabas demasiado lejos. No te importo nada, me di cuenta el día que unos brazos me sujetaron y al girarme no eran los tuyos.

Rescatada de ti, que un día me besas la risa y al siguiente tus ganas son solo brisa que nos separa. Brisa de la que ni siquiera acaricia sino de la que a veces corta. De buscar tus ojos en cualquier sitio pero que yo ya no. De eso me rescató, de que habías dejado de ser "casa" en aquellos juegos de niños. Me rescató de tu sonrisa que se perdió a mitad de camino entre mi boca y tu espalda.  O quizás entre tu espalda y otras bocas. Me rescató de tus buenos días que llegaban a deshoras y me rescató de tu absurda manía de perderte entre sombras. Me rescató de falsas promesas que me dejaron presa de tus madrugadas. Me rescató de tu maldita boca envuelta en llamas...